La ruta se extendía de arriba hacia abajo, serpenteante como una boa desperezándose de la siesta amazónica. El sol nos pegaba en la cara sin contemplaciones, pues, los reyes no tienen contemplaciones con sus súbditos. El cielo magenta parecía una ola de neón a punto de descargar su plastificada refrescancia sobre nosotros. Mientras nuestro furgón devoraba kilómetros con cierto cansancio pero con elegancia, a nuestros costados y en bajada solo se ven coníferas, palmeras, uñas de gato y otras especies menos conocidas de flora tropical. Muy de a poco, como charcos rebeldes después de la lluvia, aparece lo que fuimos a buscar, tan de a poco como si quisieran conservarse ocultas, como un tesoro del que pocos conocen su existencia. Con una cumbia de fondo, la vista, de las que dicen son las mejores playas de Brasil para surfear, nos llenan los ojos de las olas que tanto habíamos ideado. Sentimos que nuestras tablas de surf quieren salir solas de sus fundas. Llegamos a la costa de San Pablo. El north shore de esta parte del sur. Estamos en el litoral de San Pablo, en sus playas, buscando una en particular.
Hipnótico podría ser un adjetivo, pero cuando llegás a ver las olas del litoral paulista, hipnótico pasa a ser un estado mental. Caprichosa la mar, pero también es caprichoso someterse al maravilloso vaivén de la naturaleza, que amontona tanta belleza natural en unos pocos kilómetros. Tanta playa, tanta ola, tanta buena energía, tanto surfing. Sí, estamos cerca de nuestro destino.
Sentiste alguna vez el aroma de una ola? Cerrá los ojos, sentí un puñado de arena apretado entre tus dedos, dejate llevar por los sentidos, el mar te va a contestar lo que necesitás saber, nos dice Oh Brasil que lindo sos! puede tener fin ni t[erminollevar por los sentidos, el mar te va a contestar.pocos kil;ometrosoro com “el loco” que vive al costado de la parroquia del pueblo de Ubatuba, cabecera de partido.
Oh Brasil, que lindo sos! Infinita tu belleza, que no tiene fin, ni término. Infinitas las olas de todo tu litoral. Pero estábamos buscando la joya escondida, el ídolo de oro, así como un par de ladrones de tumbas, queríamos ir por el santo grial. Queríamos las mejores olas, queríamos llegar a Itamambuca. En el furgón sonaba Chicha Libre a todo volumen.
Estacionamos. Nuestras almas se inquietan, y como hermanos de olas, seguimos el camino del arroyo, que desemboca en el océano. Cuando vamos accediendo al universo propio de este secret spot, nos vamos tranquilizando, Itamambuca sigue estando ahí, bella e infinita para nosotros. Trazas juguetonas de espuma de olas nos saludan en el rostro. Todo lo viajado hasta acá comienza a tener sentido. Porque esta playa es un santuario, santuario para la fauna, la flora y todos los que amamos la naturaleza. Por eso vas a ver animales marinos que no se ven en muchos lados, porque también es reserva de flora y fauna y por eso se debe ser respetuoso.
Lugar sagrado. Un ecosistema protegido. Un fragmento de la selva amazónica que llega hasta el mar a través del río Itamambuca. Una reminiscencia de tiempos salvajes, de floras y faunas fantásticas, de naturaleza en esplendor. Una biósfera mágica en la que conviven montaña, río, océano y selva. Un espacio que invita a surfear, a relajar, a maravillarte con la naturaleza, a estar en paz.
En esta maravillosa playa, también hay servicios, hermosos hotelitos ecofriendly, barcitos, almacenes, lugares para alquilar tablas y cualquier accesorio que te facilite la entrada al mar. Porque una vez que te paras arriba de la tabla, no dejás de surfear nunca más y te hacés amigo del mar, como diría Hemingway. Garantizado. En Itamambuca somos felices. Happy together.
La fuerza es la energía que compone a todas las cosas y nos mantiene a unidos al universo. Esa fuerza natural en Itamabuca se siente de una forma frontal, se te mete en el cuerpo y te recorre, como el grito primal. La potencia de las olas, derechas largas y rápidas que llegan hasta la orilla todo el día, con un swell permanente del sur sureste que te ayuda en la remada para volver a la puerta de atrás de la cresta todas las veces que quieras. Itamambuca es la playa perfecta para aquel que quiera surfear, joven o viejo, experto o aficionado, local o turista. Las olas increíbles, una naturaleza abrumadora, unos paisajes imponentes y la buena onda de los locales hacen de Itamambuca ese trip que nunca te vas a olvidar en tu vida.